El equipo de trabajo de Agonist está formado por personas con algún tipo discapacidad. “Hay que enseñar a la comunidad que hay mucha gente con discapacidades y que estas no les impiden en absoluto ser trabajadores eficientes y responsables”, defiende el impulsor y dueño del establecimiento, Wassim el Hage.
FÁTIMA SUBEH MARZO
Agonist, una cafetería que se encuentra situada en los suburbios de Beirut, se ha convertido en el primer café del Líbano en la que el equipo de trabajo lo componen personas con síndrome de Down, autismo, epilepsia severa o síndrome de Angelman.
“Son personas que detectan fácilmente la falsedad, los quiero mucho y ellos lo saben, por eso me corresponden, somos como una pequeña familia”, dice sonriente el dueño de la cafetería Wassim el Hage, mientras que ayuda a poner el uniforme de trabajo al joven Ghasan, que acaba de entrar por la puerta para comenzar el turno de tarde.https://d-17294809413862740085.ampproject.net/2208242209000/frame.html
El Hage se propuso montar un negocio en el que brindara la oportunidad de trabajar a personas con necesidades especiales
El Hage, de 33 años y fisioterapeuta de profesión, se propuso montar un negocio en el que brindara la oportunidad de trabajar a personas con necesidades especiales. “Hay que enseñar a la comunidad que hay muchas personas con este tipo de discapacidades y que estas no les impiden en absoluto ser trabajadores eficientes y responsables”, cuenta el joven libanés.
Actualmente, el equipo esta formado por doce trabajadores. Seis de ellos recibieronun curso de formación de tres meses antes de que la cafetería abriera al público. El Hage enseñó a los chicos “habilidades de comunicación” para dialogar con los clientes puesto que muchos de ellos sufren “miedos y problemas de autoestima”. Asimismo, les enseñó también la parte técnica necesaria para poner en funcionamiento la cafetería. Así, los jóvenes aprendieron a llevar las bandejas correctamente, a recoger las mesas o a utilizar la máquina de café.
Dado que el grado de discapacidad es distinto entre todos ellos, y algunos no saben leer o escribir, El Hage estableció un sistema especial para atender las comandas. Cada mesa dispone de un cartel con el nombre de un color diferente y el menú es una hoja en la que los propios clientes señalan lo que desean tomar con un rotulador. “El empleado entrega el menú a los clientes, estos marcan con un rotulador lo que quieran y escriben el color de la mesa en la que están sentados”. El empleado lleva el menú a alguno de los compañeros que se encuentra detrás de la barra y a partir de ahí se prepara el pedido.
“Visitándonos entienden que puede haber un futuro laboral para sus familiares, y se sienten como en casa”
Según el Hage, se ha establecido una interacción “muy bonita” entre la clientela y los trabajadores de Agonist, e incluso “los clientes conocen los nombres de los trabajadores y disfrutan del ambiente amistoso que se ha formado”, asegura. Por la cafetería también pasan familias libanesas que tienen a alguno de sus miembros con algún tipo de necesidad especial. “Visitándonos entienden que puede haber un futuro laboral para sus familiares, y se sienten como en casa”, afirma.
El Hage intentó buscar patrocinadores de empresas que le ayudaran a sacar adelante la iniciativa, pero la respuesta de las compañías siempre fue la misma: “La mentalidad libanesa no va a permitir que este tipo de negocio triunfe”, le decían. Finalmente, el joven pidió un préstamo personal al banco y Agonist abrió sus puertas al público en diciembre de 2018.
Farah, de 29 años, padece el síndrome de Angelman, lo que le provoca que su mentalidad sea equivalente a la de una niña pequeña y que además padezca cierto descontrol en sus emociones. Esto no ha impedido que haya realizado diferentes cursos académicos, entre ellos uno de diseñadora gráfica por la universidad Americana de Ciencia y Tecnología de Beirut (AUST).
Además de su árabe natal, Farah habla inglés y chapurrea algunas palabras en español. “Soy muy feliz en este trabajo. El equipo es muy bueno conmigo y también el jefe. De hecho, no me gusta coger vacaciones, aunque tengo que hacerlo pero no me gusta”, asegura. Ella se encarga de la máquina registradora y también ofrece apoyo a sus compañeros con síndrome de Down. “Si pasa algo o no entienden algo, yo me encargo. Siempre les cuido y yo he recibido siempre su apoyo sobre todo cuando falleció mi madre”, concluye la joven.
Actualmente el Líbano cuenta con una tasa de paro del 37% entre la gente joven, según el economista libanés Jihad el Hokayem. Sin embargo, el profesional asegura que abrir un negocio en el país árabe que esté relacionado con la hostelería no es tan arriesgado como en otros sectores puesto que la sociedad libanesa no dispone de muchas otras opciones de ocio. “Beirut está lleno de bares y restaurantes, no tenemos muchos parques u otras opciones de entretenimiento, por eso suelen funcionar los negocios relacionados con la fiesta o la gastronomía”, cuenta.
Por otro lado, el economista afirma que las nuevas generaciones están cambiando y la sociedad libanesa ya no es tan “individualista”, sino que está muy sensibilizada con temas relacionados con “los derechos de la mujer, las personas con necesidades especiales, o todo lo que tenga que ver con las causas sociales”, concluye.